¿Adónde va un abuelo cuando abandona esta vida? ¿Habita en el arcoíris, en las estrellas fugaces? ¿O acaso en la espuma del mar? Quiero creer que estás en cada sonrisa de mi niño, en el zunzún de todas las tardes de visita en mi patio, en la nube con forma de animal, en la lluvia, en el olor de tu comida favorita.
Sin lugar a dudas, me tocó el mejor abuelo del mundo, tenía plata en sus cabellos y el corazón de miel. Lo encanté de recién nacida y desde entonces vivimos enamorados el uno del otro. El amor más hermoso que un hombre me ha regalado.
Me contaba historias de su niñez, de cómo creció en la Sierra Maestra y nos quedamos debiendo un viaje al sitio donde nació, según él, tenía las frutas más dulces de toda Cuba.
Cuando hablaba de mi abuela se le iluminaban los ojos, vencieron todos los obstáculos posibles, y su amor perduró por más de 50 años. Ella se escapó por una ventana y solo volvieron a separarse cuando él fue a Angola.
Porque en su sangre corría el espíritu de la manigua, limpió el Escambray de bandidos y regresó victorioso de la lucha contra el Apartheid, sin balas en el cuerpo y con la misma sonrisa de siempre.
Del cariño sincero de mis abuelos nacieron 2 hijos, 4 nietos e igual cantidad de bisnietos, hasta ahora. Él supo acunar sueños, tejer fantasías, robarle la luz a la luna o cazar cocuyos para alumbrar las noches más oscuras.
Me acompañó siempre, lo vi orgulloso en el aula Magna, también cuando enfermé. Me llevó de viaje a la montaña, al mar, construyó castillos de arena, me regaló muñecas y me compraba mis helados favoritos.
Al leer estas líneas algunos dirán que me tenía malcriada, pero yo sé que me tocó el mejor abuelo del mundo y la vida me lo arrebató muy pronto. Papá siempre vivirás, porque en mi corazón tienes una habitación especial para guardar tantos recuerdos hermosos, espero que nos volvamos a ver, sino es así, recuerda: te amo.
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